Debido
a las normas de la clausura religiosa, los conventos son lugares con espacios
de acceso limitado. Se trataba y trata de preservar con ello la separación del
mundo y la guarda del silencio. Las normas de clausura son más laxas respecto a
los varones y más estrictas en lo que se refiere a las mujeres. La celda del
Padre Mersenne en su convento parisiense de Place Royale se la ha imaginado
visitada en su tiempo por numerosos sabios y científicos que compartían con él
experimentos, teorías y conocimientos. Respecto a las féminas, la Regla prohíbe expresamente
en su capítulo quinto que se las permita entrar en los conventos. Pero la misma
norma prevé una excepción, relativa a mujeres de casa real (“de stirpe regia
procreatae”) y/o fundadoras del convento, a las cuales, si pidieran ver los
lugares más comunes, se las dejará que entren y los visiten devotamente con su
comitiva.
Probablemente
el antiguo convento de la
Victoria de Zaragoza ha tenido más visitantes (y de ambos
sexos y de todas las edades) en estos últimos tres años que en toda su larga
historia. Sin duda, estas multitudes son más pacíficas que aquellas que en 1835
acabaron al motín con la vida de cuatro frailes (y el riesgo de incendio más controlado!).