viernes, 5 de enero de 2018

2018, año capitular

En esta año 2018 se celebrará el 85º Capítulo General de la Orden de los Mínimos. El lema previsto para esta reunión capitular es: “Testigos de Cristo en la condición de conversión y de éxodo”. Todas las comunidades y cada religioso han tenido (o deberían haberla tenido) ocasión, desde el pasado mes de septiembre, de examinar el Instrumentum laboris elaborado por la Comisión correspondiente, de implicarse en la reflexión sobre el mismo y de aportar su colaboración para que sea tenida en cuenta en la preparación del Capítulo. El Instrumentum laboris son seis fichas que comprenden un total de 72 páginas. Algunas de las primeras fichas han sido redactadas en un lenguaje lo suficientemente abstruso como para que a uno se le quede cara de bobo y muchas de las preguntas son tan abiertas que uno se siente realmente un pazguato. Por suerte, la preclara intelectualidad de la Orden sabrá responder y hacer aportaciones provechosas para nuestro instituto.
Un servidor, que eclesiásticamente no ha pasado de bachiller, ha sacado, dentro de su falibilidad, sus propias conclusiones. Ante todo, una clara opción francisquista. No se podrá decir que la Comisión preparatoria no se halla en línea con el actual Papado y especialmente con la CIVCSA. Salida, periferias, humanización, cultura actual, pobres, humanización, contemporaneidad, mundo, humanización, interpelación, ferialidad, novedad, humanización. Modernidad, mundo moderno. El pasado es para los museos, la arqueología para los arqueólogos, no somos Indiana Jones.
Solo quiero recordar que no es la única opción posible. Que en la cristiandad hay quien plantea el futuro que se avecina en otra línea. La opción benedictina, por ejemplo. No estoy hablando del Emérito, sino de los planteamientos de Dreher y sus seguidores. El futuro nos dirá qué opción es la acertada. Mientras tanto, vamos a seguir en retroceso.
Las nuevas fundaciones pueden ser prometedoras, pero presentan interrogantes que no pueden soslayarse. Lo único sensato que puede decirse sobre ellas es que no hay que dejarlas a su suerte. Allí donde, tal vez precipitadamente, se hicieron concesiones bajo capa de inculturación, allí donde la implementación inmobiliaria se efectuó decidida e íntegramente desde el principio, allí donde se confió en la plena autonomía, es donde se ha dado lo que puede acarrearnos los mayores males, aquello que durante décadas no se produjo en nuestros probandatos y escuelas apostólicas por los que pasaron centenares y centenares de alumnos. Esperemos que no se incurra en el mismo error respecto a otra posible fundación asiática...
No faltará quien piense que, como otras congregaciones, caminamos paulatinamente hacia la extinción. Bueno, los cielos y la tierra pasarán, pero en cualquier caso tampoco se ve la necesidad de acelerar la desaparición. En esto me voy a permitir ser claro, rotundo, tajante: TOCAR EL VOTO DE VIDA CUARESMAL ES DISPARARSE EN LOS PIES. Y, sin embargo, parece que hay quien, como si no tuviera nada mejor que hacer, está ya con el arma cargada.